Empujando el límite

Pocos proyectos son tan ensordecedores y hermosos a la vez como lo es Mahōgakkō, el nuevo álbum de le artista japonés Hakushi Hasegawa que posiblemente te dé un migraña al escucharlo con audífonos pero la energía que recibirás será memorable porque todas las canciones de este disco tienen capas y capas de instrumentos, sonidos, texturas, distorsiones y contrastes.

El disco parte con la frenética Departed que a más de uno le recordará a las canciones del Dance Dance Revolution, ese juego con la alfombra de baile o en general a cualquier canción de dificultad imposible en cualquier juego de ritmo japonés (Freedom Dive?). Recuerdo que cuando le di play por primera vez a este disco -sin conocer nada del repertorio de Hasegawa- lo viví como si estuviese frente a una turbina de avión. Esa velocidad inalcanzable me dejó peiná pa atrás y con la boca abierta. Llegó a ser graciosa esa vorágine. Departed finaliza con una batería distorsionada que te asegura que lo que vendrá será igual de potente que estos apenas dos minutos un cuarto de canción. Y es que Gone, la que le sigue, comienza con un ritmo tan pegajoso y complejo, casi comprimido y frustrante que de seguro te invitará a tratar de seguirlo sin mucho éxito. La voz de Hasegawa se luce flotando ante tanto ruido de fondo y el único feat de este disco no hace más que añadir otro caos a la canción. KID FRESINO -que podría ser perfectamente Geordie Greep, vocalista de black midi– rapea sin detenerse mientras pasa un bulldozer por detrás con un bajo brutal.

Mouth Flash (Kuchinohanabi) es la tercera canción y en lo personal mi favorita del proyecto. El ritmo que propone te tendrá meneando la cabeza y disfrutando de este flow energético. Nuevamente Hakushi parece flotar con su voz en los versos pero en el coro se une a la complejidad de los instrumentos en juego. La canción cambia de dirección constantemente sin perder animosidad y atrevimiento.

Luego de estos tres primeros temas esquizofrénicos y cacofónicos Hakushi se toma la libertad de introducir varios interludios entre canciones, algunos menos acertados que otros pero que inevitablemente son necesarios ante tanta información expuesta en apenas diez minutos de disco. Repeal (Tekkai), NENNEKOKOROMI, Mahōinter (v2) y Enbami son los encargados de distanciar cada explosión en Mahōgakkō.

Entre tanta ansiedad Hakushi igual se encarga de ejecutar canciones más calmadas, contemplativas y altamente emotivas, pero no por eso libres de momentos volátiles de locura, absurdo o magnificencia oscura como en The Blossom and the Thunder, Forbidden Thing (Kimmotsu) y Outside (Soto) y Boy’s Texture. Estas tres últimas las destaco por percibirlas demasiado hermosas como para ser reales. Los pianos, voces no binarias, capas de instrumentos con timbres deliciosos y onomatopeyas entretenidas son elementos que simplemente me dejan con el pecho tomado. El metrónomo que se incluye al final de Forbidden Thing; la guitarra, autotune y juego de palabras de Boy’s Texture y la triste incomodidad de Outside son simplemente una genialidad que no había escuchado antes.

Otro momento que me voló la cabeza con este disco es el comienzo, transcurso y cierre de KYŌFUNOHOSHI. ¿Realmente Hasegawa me está haciendo una especie de gárgara apenas empieza para luego hacerme sentir que estoy viendo la plenitud del personaje principal de un Shōnen; pasar por una incómoda conversación de un alien y retomar la mejor persecución de su vida? Esta canción es imparable, sigue y sigue sin nada que pueda detenerla. Ya quisiera jugar este tema en OSU! y terminar con la mano acalambrada.

Hasta aquí no he mencionado nada sobre el contenido lírico de este proyecto, me extendería ya innecesariamente. Lo único que podría decir a modo de resumen es que, como es típico en la música japonesa, tan poética y llena de sabiduría y figuras literarias, Hakushi nos comparte sensaciones, su sentir en diversos ámbitos bajo un relato a veces absurdo y sin sentido, pero que va cobrando vida y florece a medida que es cantado y armonizado con la instrumentación.

Soto ga daisukidakara soto ni detai noda soto wa iro ga kawatte daisukida (Quiero salir porque amo el exterior. Me encanta cómo han cambiado los colores afuera.)

Para mí este descubrimiento es perfecto, a pesar de que los interludios sean lo menos atractivo del álbum. Hakushi Hasegawa es un artista de otro nivel con un interés por los detalles que me deja perplejo, energizado y motivado, ado ado ado. Y no sólo Mahōgakkō tiene esta impronta, sus otros proyectos como Air Ni Ni (2019) y el EP Somoku Hodo (2018) que a pesar de ser distintos en el planteamiento musical, se sienten tan auténticos a su exploración musical. Me encanta cómo los músicos buscan expandir el límite de la expresión musical, encontrando la manera de armonizar elementos tan absurdos y contrastados para desafiar al oído del público apaciguado. Hakushi Hasegawa no es el primero y el único en ejecutar esto, tampoco pretendo que sea el mejor. Cada cierto tiempo y a lo largo de los años en la historia de la música aparecen nombres que empujan estos límites, pero Hakushi Hasegawa, con este disco, es uno que se va directamente a la carpeta de favoritos. He leído comentarios que critican esta muralla de ruido que es Mahōgakkō, que es indigerible y estúpido, pero no encuentro cosa más placentera que escuchar tanto caos y que se sienta tan emotivo a la vez.

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